"Camino de la cruz": Minimalismo radical


Arriesgadísima y radical propuesta del realizador alemán Dietrich Brügemann en el que se relata la vida de una adolescente que lleva hasta límites malsanos sus ideales religiosos.

Y es que es la mejor forma de adjetivar esta película, una experiencia malsana en la que el espectador asiste al macabro espectáculo de la destrucción moral e intelectual de una persona, y todos los elementos presentes en la película son proclives a ello, desde lo teatral del planteamiento (se trata de una película estructurada en catorce episodios que a la vez son catorce planos prácticamente fijos, sólo en dos momentos puntuales de la película la cámara se mueve mínimamente para desarrollar la historia del episodio en cuestión, un error comparar a la película de Brügemann con el cine de Ozu), hasta la caracterización de los personajes y la extrema influencia que ejercen en María, la protagonista.


A primera vista, lo más novedoso que ofrece el filme es lo estático de la propuesta, en el que la cámara abandona toda influencia hacia el espectador dejando en éste la ‘responsabilidad’ de saber mirar, pero las influencias son evidentes, yendo desde la sobriedad formal de Haneke, presente en la introducción de cierto elemento macabro en el día a día de una familia burguesa, en la oscura propuesta argumental excluyendo la malsana atmósfera presente en La pianista, y en el germen que muestra el cómo determinados preceptos considerados como absolutos se muestran de tal forma en cierta persona si son inculcados desde la infancia, en absoluta correlación con La cinta blanca hasta Dreyer, aunque solo como pequeño homenaje en el nombre del hijo en relación con la maravillosa Ordet.

Y no deja de ser curiosa la aparición de estos pequeños experimentos en el panorama cinematográfico actual, renunciando a primera vista al elemento más cinematográfico de todos como pueden ser el simple movimiento o el montaje, por lo que todo esto se presta a considerar a Camino de la cruz como una de las experiencias más estimulantes del 2014, claro está, sus detractores encontrarán en la quietud que conforma la película su defecto más evidente, adoptaremos una posición conformista y lo dejaremos en simples cuestiones de gustos. Cine para disfrutar, aunque siempre con reservas.


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