
La historia de este film se centra en Carol Ledoux (Catherine Deneuve), una joven manicurista que combate una lucha psicológica debido al rechazo que siente con todo lo relacionado con el sexo opuesto. Cada día toma el mismo camino para llegar al apartamento donde le espera su hermana Helen (Yvonne Furneaux). Cuando Helen y su pareja deciden viajar a Italia, Carol asume la soledad encerrándose en el apartamento, lo que conllevará a su declive psicológico.
Hasta la fecha de la realización de esta obra, Roman Polanski solo había rodado El Cuchillo en el Agua y numerosos cortometrajes, algunos de ellos como prácticas (Asesinato, 1957). En éste cortometraje se podía observar ya el estilo del director polaco, que se asemeja notablemente con algunas escenas de Repulsión.
Es admirable que en su segundo largometraje Polanski nos regale esta obra tan redonda. Es increíble lo eficaz que es el director polaco presentando a los personajes principales. La película empieza mostrando una característica esencial de la protagonista, característica que lleva arrastrando desde su niñez: la frialdad de su mirada. Una mirada perdida, preocupada y vacía. Tras este primer plano, observamos su comportamiento tímido y sensible. Polanski nos mostrará, mientras Carol se dirige hacia el apartamento, su principal temor: el hombre. Primero, los halagos de un albañil y más tarde la persuasión de Colin (interpretado por John Fraser), que acaba agobiando a la protagonista.
Y es en el apartamento donde vemos la magnífica puesta en escena de la película, cargada de simbología y que detallan con más exactitud los temores e inquietudes de Carol, así como la descripción psicológica de otros personajes. En el apartamento le espera su hermana Helen. Una vez más, el director le da protagonismo al color, que describe por sí solo tanto la situación en la que viven como a los personajes. Esto también lo hará, por ejemplo, en Rosemary's Baby o en Chinatown con ese inconfundible color amarillo. Y es que en ese apartamento conviven dos polos opuestos: la joven rubia y la morena, los vestidos blancos que luce Carol frente a los oscuros de Helen, la actitud respecto al sexo de ambas... Uno de los elementos básicos que nos muestra Polanski son las brechas que la protagonista observa continuamente y que teme encontrarse, ya que le supone recordar que su vida también está rota, que no está completa debido a esa repulsión que siente por el sexo. Polanski nos lo explica a la perfección, sin hacer un uso de diálogos, solo con imágenes y de una manera sutil: Carol observando un convento, el rechazo de Carol a que alguien introduzca cepillos de dientes en su vaso, el combate de boxeo por la televisión (combate interno), el número del apartamento (el número 15, posible inocencia), el cuadro de familia en el que una pequeña Carol es indiferente a todo lo que le rodea, la Torre de Pisa a punto de derrumbarse como Carol, el cercenamiento de la cabeza de un conejo... Y el director también nos lo muestra de una manera onírica con esas terribles pesadillas de Carol.
El resto de personajes que completan la historia no desentonan. Ninguno sobra. Los personajes, sobre todo los hombres que participan en la historia, no siguen una actitud lineal, cambian conforme van conociendo a Carol. Así vemos que ni la primera impresión que nos ofrece Colin ni la del arrendador es similar a la de sus respectivos últimos comportamientos, lo que refuerza el miedo de Carol de no confiar en ellos (también se aprecia un gran cambio en el novio de su hermana). Por otra parte, la magnífica dirección de Polanski nos permite contemplar el claro desarrollo psicológico de Carol, con un evidente declive que se manifiesta en sus actos demenciales y enfermizos.
A toda esta atmósfera visual tan agonizante y elegante a partes iguales gracias a la fotografía de Gilbert Taylor, le acompaña un uso del sonido muy cuidado y preciso, omitiendo el sonido en las pesadillas de la joven y realizando las más angustiosas escenas de la película en escenas mudas con una fuerza visual enorme y que provocan una incomodidad tremenda al espectador. Suena y sorprende cuando es necesario, pero también calla e inquieta.
Repulsión es una de esas joyas que el tiempo ha cuidado. Un estilo de hacer cine visible, principalmente, en la trilogía del Apartamento, compuesta por Repulsión, Rosemary's Baby y El Quimérico Inquilino. Una gran obra firmada por un gran cineasta.
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