«Vivo sin vivir en mí,
y tan alta la vida espero,
que muero porque no muero.»
(Vivo sin vivir en mí, Santa Teresa de Jesus)
Los precedentes antes de
ver Un homme qui dort son nulos, pues se trata de la primera obra de su director que tan solo cuenta con una comedia sin votos en filmaffinity que realizaría
unos años mas tarde. Sin embargo, puedo reconocer varios rasgos como la
constante voz en off seguramente influida por la más conocía El año pasado en
Marienbad de Resnais aunque no por ello deja de ser un film bastante original.
En esta voz de mujer que
nos habla durante todo el metraje en segunda persona reside lo que podría hacer
acabar con la paciencia de muchos que se terminarían cansado. De alguna manera,
que se use la voz en off se puede considerar un acercamiento a la literatura
que hace peligrar su valor cinematográfico. Sin embargo, al decidir eliminar
los diálogos y solo usar sonidos residuales junto con algo de música en momentos puntuales termina
siendo un gran acierto.
Ludmila Mikaël se
esfuerza por ser quien habla en nuestros pensamientos y lo consigue. Sus
susurros atacan al espectador como una puñalada que nunca calla en los ochenta
minutos. Es ella quien a pesar de no aparecer en pantalla realiza la mejor actuación, pues la labor de Jacques Spiesser tan solo es reducirse a la poética
de la película eliminando cualquier seña de emoción en su rostro.
La imagen puede aparentar
que cobra menor importancia, nada más lejos de la realidad pues a través de una
destacable fotografía en blanco y negro lo que vemos en pantalla puede
despertar las peores pesadillas. Un ejemplo de ello es el traveling circular a
una rotonda en el que el protagonista desaparece o esas miradas a cámara de
algunos viandantes entre una multitud.
Bernard Queysanne,
director, y Georges Perec, guionista y autor de la novela en que se basa, se
molestan en crearnos preguntas pero no en responderlas. La situación extrema de
Spiesser termina incluso peor de lo que empezaba y desde luego eso no consigue
hacer del visionado del film una experiencia agradable para el espectador.
Comparando sensaciones, a pesar de la distancia que las separa, transmite algo
parecido a lo que Bergman en Persona. Al igual que con la primera actuación cinematográfica
de Liv Ullmann Un homme qui dort me roba las palabras durante varias horas, las
dos llegan a un lugar oscuro de mi interior y lo destrozan así como una de esas
horribles noches de insomnio donde todos somos un hombre que duerme sin dormir.

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