"La mujer de arena": Asfixiantes dunas

Tras varios cortometrajes, documentales y una película a sus espaldas Hiroshi Teshigahara estrenó en 1964 La mujer de arena que le daría fama internacional, pues la película gano el premio especial del jurado en Cannes  y dos nominaciones a los Oscar, una de ellas a mejor director muy merecida.

El largometraje se desarrolla en muy pocos espacios, una casa en las dunas y las dunas, y apenas personajes, solo se desarrollan dos y alguna aparición fugaz hacen los secundarios. El estilo que da la mano de su director no guarda este minimalismo, pues la expresión cinematográfica del film es tremenda. Gracias a ella el espectador queda absorbido por las dunas que una bellísima fotografía nos muestra.

Hablar de los magníficos encadenados que se usan seria vulgar pues no me referiría a las variadas sensaciones que la pantalla consigue transmitirme. Desde la angustia de estar encerrado en una isla rodeada de arena, la soledad con la que viven los personajes o el erotismo que otros envidiarían, pues apenas se nos muestra nada y no por ello es menos sensual.

En el recuerdo se graban las manos de Kyôko Kishida, mujer de extraña e hipnótica belleza, limpiando el cuerpo de Eiji Okada, que también había trabajado cinco años antes con Resnais en su opera prima, Hiroshima mon amour, donde el francés graba unos planos parecidos. Son ellos dos quienes sustentan la película a través de los miedos de sus personajes. Ella, cobarde que no quiere olvidar el pasado, y él, valiente que luchará por volver a su vida anterior.

En definitiva, La mujer de arena es toda una obra maestra del cine de sensaciones gracias al potente Teshigahara. Algunos detalles como el uso de la banda sonora, que generalmente son ruidos, sonidos de tambores o un pitido molesto, no son más que una demostración de lo que un gran director es capaz. 

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